La política argentina se mueve a ritmo vertiginoso. En las últimas semanas, se anunció la creación de una nueva mesa política y el ascenso del tucumano Lisandro Catalán al cargo de ministro del Interior, tras una vacante de más de un año desde la salida de Guillermo Franco. Estos movimientos, según el politólogo Patricio Adorno, reflejan más continuidad que renovación en el Ejecutivo nacional.
“Estamos frente a un equipo corto, con poco recambio. La nueva mesa política no es otra cosa que los mismos actores sentados a hablar entre sí, tomando decisiones de cara a octubre”, señaló Adorno en entrevista con Borja Michelsen . El especialista advirtió que la efectividad de Catalán dependerá de su capacidad de autonomía para negociar con los gobernadores y mantener sostenibilidad parlamentaria: “Si no tiene esa autoridad, será un cargo vacío, un cascarón”.
Entre la formalidad y la práctica
Aunque el ascenso de Catalán fue anunciado públicamente, todavía no se observa un instrumento formal publicado en el Boletín Oficial, un paso clave para garantizar validez legal. Adorno señaló que cualquier demora administrativa es habitual, pero subrayó que la falta de consolidación formal genera incertidumbre sobre la jerarquía real de los funcionarios.
En paralelo, el politólogo advirtió que cualquier incorporación externa al gabinete puede ser percibida como señal de debilidad institucional, y que estas dinámicas limitan el margen de maniobra antes de las elecciones de octubre.
La mirada sobre los gobernadores
Adorno comentó que la relación entre el Gobierno Nacional y los gobernadores se ha tensado. Citó al gobernador de Salta, Gustavo Sáenz, quien describió al Ejecutivo como “paloma de iglesia porque caga a los fieles”, en referencia a la soberbia política y a la falta de cumplimiento de acuerdos. “El presidencialismo argentino se sostiene mucho en la figura central, y esa luna de miel con la ciudadanía puede dar la falsa impresión de fortaleza”, explicó el especialista.
El escenario tucumano
Pasando al plano local, Adorno describió un panorama electoral complejo en Tucumán, con dos oficialismos compitiendo: el provincial, liderado por Osvaldo Jaldo, y el nacional, que busca polarizar con la tercera fuerza, representada por figuras como Roberto Sánchez y Federico Pelli.
“El oficialismo provincial tiene ventaja por la imagen y reconocimiento de Jaldo, que tracciona más que el propio sello del PJ”, indicó Adorno. Por su parte, la fuerza de Libertad Avanza depende en gran medida de la figura presidencial, aunque Pelli, como outsider, capitaliza su desconocimiento y la novedad de la marca nacional.
En este marco, el politólogo advierte que la composición de las alianzas y el reconocimiento de los candidatos será determinante en los próximos 50 días hasta las elecciones.
La imagen del presidente y la tolerancia política
Sobre Javier Milay, Adorno indicó que su imagen ha caído entre 4 y 8 puntos debido a recientes crisis: muertes por contaminación, audios judiciales, intervención en el dólar oficial y derrotas parlamentarias. Sin embargo, señaló que la tolerancia social y política hacia el presidente se mantiene, en parte por la memoria del pasado y por la falta de presión política de sus aliados más cercanos.
“Este gobierno ha transitado una extrema debilidad institucional desde el inicio. La reciente desbandada de aliados muestra que se huele sangre, y las tensiones electorales amplifican la conflictividad”, sostuvo el analista.
Reflexión final
Adorno cierra su análisis recordando que, aunque la coyuntura actual genera confrontaciones más intensas, la cultura democrática y la racionalidad política podrían recomponerse después de la jornada electoral. Por ahora, Tucumán y el país observan un escenario de incertidumbre donde la combinación de estructuras rígidas, figuras centrales y emergentes y tensiones locales configuran un tablero político cargado de desafíos.