Café, pasión y logros: Fabricio Rubino brilla en Tucumán y el país

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El barista campeón tucumano y tercer puesto nacional visitó Libertad de Expresión para hablar de su oficio, su filosofía de vida y su trabajo en Doppio Argentina, donde cada taza parece contener una historia, un viaje y un sueño.

El aroma que despierta emociones

Hay aromas que no se olvidan. El del café recién molido, por ejemplo, tiene algo de abrazo y algo de misterio. Entra suave, pero deja huella. Así es Fabricio Rubino: un hombre que encontró en el café no solo una profesión, sino una forma de contar el mundo.

En su paso por Libertad de Expresión, por Rock and Pop Tucumán FM 106.9, el campeón tucumano —tercer puesto a nivel nacional— habló de la magia que se esconde detrás de cada extracción, de cada trazo de espuma, de cada silencio entre sorbos. Con Sebastián Gil Olivares como interlocutor, Rubino compartió algo más que anécdotas: compartió su mirada sobre la vida.

“Hasta 2016 no era cafetero; tomaba té. Hoy, cada taza es una oportunidad para transmitir emociones y conocimiento”, dijo, con la serenidad de quien sabe que el arte, a veces, se esconde en los gestos pequeños.

De la curiosidad a la maestría

El camino de Rubino comenzó como un juego, una curiosidad. Pero el aroma lo atrapó. El café le habló —quizás en susurros de molienda y vapor—, y él decidió escucharlo.

“Entré al mundo del café de cabeza y descubrí una materia prima increíblemente sensible y compleja. Cada día aprendo algo nuevo”, cuenta, con esa mezcla de humildad y perfeccionismo que define a los verdaderos artesanos.

En cada taza que prepara, hay algo de alquimia: la precisión del químico, la intuición del artista, la paciencia del jardinero. Su oficio es también un espejo: una búsqueda constante de equilibrio, de textura, de luz.

El café como forma de arte y vida

Para Rubino, el café no se bebe: se contempla. Se escucha antes de probarlo, se huele antes de tocarlo.

“Una buena taza te puede despertar o acompañar. Puede ser compañía o refugio, impulso o pausa”, dice, mientras describe ese instante en que el espresso cae, oscuro y brillante, como si el tiempo se detuviera.

En Tucumán, asegura, la cultura cafetera late fuerte. “El tucumano es cafetero que da miedo. Es exigente, curioso, pasional. Y eso nos obliga a mejorar, a crecer. El café ya no es rutina: es experiencia.”

Competencias que desafían y nutren

El desafío lo llevó más lejos. Primero fue campeón tucumano; luego, tercer puesto nacional. En aquella competencia, su bebida de autor —llamada Otros Amores— combinó mieles locales, cítricos y destilados del norte. Fue un poema líquido, un retrato sensorial de su tierra.

“Quise rendir homenaje a Tucumán. El café puede dialogar con nuestra identidad, contar quiénes somos a través del sabor”, relató.

En el escenario, cada segundo fue un pulso. La máquina brillaba bajo las luces. El público observaba en silencio. Y cuando la bebida llegó al jurado, la pasión se volvió aplauso.

Doppio: el corazón del café tucumano

En el microcentro de San Miguel de Tucumán, sobre Corrientes 256, late un refugio: Doppio Café. Allí, entre máquinas, granos y tazas, Rubino ha construido una pequeña república del aroma.

“Doppio es un lugar donde se aprende, se prueba, se comparte. Tenemos cafés de Brasil, Perú, Ecuador, Nicaragua… pero sobre todo tenemos historias. Cada grano trae un origen, una temperatura, un alma”, explica.

Más que un local, Doppio es una escuela del sentido. Rubino y su equipo no solo sirven café: sirven instantes. Cada cliente se lleva un sabor distinto, un recuerdo, un descubrimiento.

Animarse, aprender y disfrutar

El consejo del barista es tan honesto como sabio:

“Tenés que tomar mucho café feo. Es parte del aprendizaje. No te frustres si al principio no sale perfecto. Con buena materia prima, agua de calidad y ganas, todo es posible.”

El secreto, dice, está en probarlo sin azúcar. En dejar que el café hable por sí mismo. “El azúcar maquilla; el café, en cambio, revela.”

La cultura cafetera tucumana en expansión

Tucumán, tierra de cañas y limones, suma ahora otro aroma a su identidad: el del café de especialidad. Baristas, emprendedores y consumidores forman una comunidad que crece y se afianza.

“Estamos en un muy buen camino. El tucumano ama el café. Y eso nos inspira a seguir creciendo, aprendiendo y compartiendo. Más que un trabajo, es pasión, arte y vida”, concluyó Rubino.

En su voz y en sus manos, el café deja de ser rutina para convertirse en lenguaje, metáfora, emoción.

Fabricio Rubino no solo prepara cafés: construye momentos, y cada uno de ellos deja una huella, como el último sorbo de una taza que no se olvida.

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