
Cristina Kirchner pide la unidad desde su departamento en San José 1111. Axel Kicillof pide la unidad desde la gobernación, en La Plata. Sergio Massa pide la unidad desde sus oficinas en Avenida Libertador 850. Los gobernadores piden la unidad desde sus provincias. Las cabezas de Fuerza Patria reclaman unidad y hacen esfuerzos en ese sentido. Aunque adentro todo este roto. Aunque se miren con desconfianza. Porque, en definitiva, ninguno está listo para romper completamente la coalición y hacer rancho aparte. Nadie tiene la suficiente fuerza, ni la decisión tomada para hacerlo.
En todas las terminales del peronismo asumen, en mayor o en menor medida, que el 2026 será un año donde habrá dos ejes de conflicto: la discusión de poder que tiene en el centro de la escena el liderazgo de CFK y la reconstrucción del programa político y económico de la fuerza política. Posicionamientos, propuestas y reconfiguración de la alianza de cara a las elecciones ejecutivas. La necesidad de un lavado de cara y de ideas es determinante para construir futuro.
Luego de un año plagado de internas dañinas e interminables, y con la figura de Kicillof en ascenso -lento, pero progresivo -, empieza a tomar mayor volumen la idea de que el ciclo de CFK está agotado y que el año próximo habrá múltiples fricciones para determinar el reacomodamiento de los liderazgos peronistas. Hay cada vez más consenso sobre que su conducción se limita a La Cámpora y a un sector de dirigentes que aún le responden, pero donde no hay ninguno que exprese una opción electoral de futuro. El poder después del poder.
“La etapa de Cristina está agotada y ella la sigue estirando. El año que viene es el momento para discutir su lugar y el lugar de los que quieren ser”, graficó una influyente voz del peronismo bonaerense, que reconoce la potencia de la figura histórica de CFK, pero advierte que, frente a la imposibilidad de competir y el desgaste lógico del paso del tiempo, su trono está en juego. Quiera ella o no.

Esa será una de las discusiones de fondo. Pero para llegar a esa instancia, el peronismo necesita no terminar en una batalla campal dialéctica, con discusiones estériles y acusaciones malintencionadas. Y, sobre todo, necesita seguir mostrándose, más allá de las grietas internas, como la principal oposición al proyecto que lidera Javier Milei. Solidez, capacidad de bloqueo y propuestas alternativas, que es parte de las autocríticas del último tiempo. Por eso la unidad, en todos los ámbitos institucionales y políticos del peronismo, es la prioridad.
La sede de Matheu 130 es uno de los puntos de encuentro para achicar las heridas y mantener la unidad de las distintas vertientes. El martes, durante una reunión del consejo nacional del PJ, uno de los temas centrales fue la necesidad de contener los dos bloques legislativos, para no perder el lugar de primera minoría y para evitar que las fugas debiliten el esquema político a nivel nacional.
“Hay que armar un programa, hay que trabajar en unidad y hay que hacer unas PASO para resolver las diferencias”. Palabras más, palabras menos, ese fue el mensaje que brindó el chaqueño Jorge “Coqui” Capitanich en la sede nacional del partido, en una reunión que sirvió de catarsis luego de la dura derrota electoral del 26 de octubre y el resurgimiento de la interna bonaerense.
Evitar que se desmoronen los bloques legislativos es el primer paso para empezar a discutir, en el 2026, la reconfiguración del armado político. En el Senado se decidió que el bloque de los gobernadores y el del kirchnerismo se unan bajo un mismo nombre. Un pequeño gesto que busca frenar la andanada de versiones sobre el quiebre de la bancada peronista. Que cada paso tenga el color de la unidad.

La aspiración de máxima es que el gobernador Gerardo Zamora, que asume como senador en diciembre, y el bloque que contiene a los legisladores Andrada, Salino, Moisés y Rejal, terminen dentro del bloque justicialista, como se llamará a partir de ahora a la unificación. De mínima, aspiran a que ambos sectores queden enlazados en un interbloque y jueguen en una sintonía parecida a la que marcan José Mayans, Juliana Di Tullio y Anabel Fernández Sagasti, el tridente que gestionan el ahora bloque unificado del peronismo.
En la Cámara baja la situación es más complicada. Hay dos bajas confirmadas. El tucumano Javier Noguera y el puntano Jorge “Gato” Fernández no serán parte del bloque. Pero la gran incógnita pasa por el futuro de los cuatro legisladores catamarqueños que responden al gobernador Raúl Jalil, quien sigue analizando la posibilidad de dejar el bloque de Fuerza Patria.
El presidente del bloque de diputados, Germán Martínez, es el que está a cargo del operativo de contención. Mantiene diálogo con todos los gobernadores de la coalición y con los diputados que les responden. “Es un tipo valorado y respetado por otras bancadas políticas. Conoce todos los temas. Y eso hay que ponerlo en valor”, aseguró un diputado del interior que responde a un gobernador del PJ. La continuidad de Martinez al frente del bloque es otro de los temas presentes en las conversaciones peronistas. “Primero la unidad, después vemos”, fue la sentencia que salió del entorno de CFK.
El legislador rosarino es valorado también por haber podido lograr una convivencia armónica, más allá de distintos cortocircuitos, dentro del bloque peronista, que tiene un sinfín de intereses cruzados, perfiles ideológicos y formas de entender la negociación y la construcción política. En definitiva, Mayans en el Senado y el PJ, y Martínez en Diputados, y con presencia en el partido también, han asumido el rol de evitar que las fisuras generadas, mayoritariamente, por diferencias con las posturas de Cristina y Máximo Kirchner, se agranden y terminen en una ruptura. Una tarea compleja.

La semana que viene Mayans definirá si convoca a la sede partidaria a los gobernadores de la coalición, con el objetivo de discutir una postura unificada frente al tratamiento del Presupuesto 2026 y las reformas de fondo que impulsa el gobierno libertario. Es consciente de la necesidad de mantener activo el PJ para hilar voluntades. Pero sabe también que tiene que dar un paso más: tender puentes con Kicillof para que haya delegados del Gobernador en las próximas reuniones en Matheu 130. Gobierna la provincia más poblada del país y no tiene representantes en la mesa principal del partido.
Entre los gobernadores de Fuerza Patria la relación es amena. Se hablan unos con otros y tratan de funcionar como bloque político. Mantienen reuniones frecuentes que no suelen conocerse públicamente. Los distingue la relación que tienen con la Casa Rosada y la distancia que los separa de la ex presidenta de la Nación. Más allá del alejamiento de Kicillof, CFK ya no tiene la influencia que tenía sobre el bloque de gobernadores. Pero, aún así, todos le atienden el teléfono.
Gerardo Zamora y Sergio Ziliotto han logrado una relación distante, pero buena con el gobierno nacional. Axel Kicillof, Gildo Insfrán, Ricardo Quintela y Gustavo Melella, no tienen diálogo con el Gobierno, donde los acusan de golpistas y de poner trabas a la gestión en forma sistemática.
Milei trabaja explícitamente en la división de esos gobernadores, en lo que es una estrategia común de cualquier político de fuste. El Presidente ya no es más el outsider que arribó al poder en forma impensada y despojado de todo vicio de la política tradicional. Trata de debilitar a su oponente intentando una división entre convocados y discriminados para el ingreso a Balcarce 50.
Massa es uno de los dirigentes que baja con más potencia la necesidad de la unidad. Les pidió a los suyos contribuir en la sanción del Presupuesto, la ley fiscal impositiva y el endeudamiento enviado por el gobierno de Kicillof a la Legislatura bonaerense. Entiende que el peronismo tiene que cerrar el año lo más alejado posible de las escaramuzas de la interna y cambiar la hoja del calendario para barajar y dar de nuevo. “Hay que cerrar el año en paz”, repite en sus oficinas.

“Al final del día, el peronismo va a encontrar una forma de ordenarse. Es un sistema de poder y un partido que busca el poder para sostener los cambios”, le suele decir a los interlocutores políticos que lo visitan todas las semanas. En La Plata valoran su apoyo sin restricciones de este tiempo. “Sergio está ayudando, está jugando bien”, sostienen.
No sucede lo mismo con La Cámpora. En el kicillofismo desconfían del acompañamiento de los legisladores cristinistas para aprobar el endeudamiento. “No sacaron ese dictamen. Corren el arco todo el tiempo. Después pretenden responsabilizar a la oposición o al gobierno provincial por no negociar”, indicaron en el entorno de Kicillof.
En la agrupación ultra K la postura es radicalmente diferente. Prometen acompañar las tres leyes principales que pidió el Gobernador. “Siempre dicen lo mismo. La única traba es conseguir los 2/3 de los votos para aprobarlo. Algunos cansan con las acusaciones”, dijeron cerca de Máximo Kirchner. Es compleja la construcción de la unidad en el peronismo bonaerense. Pero si logran acordar y aprobar las tres leyes la semana que viene, la rosca interna tendrá algunos días de calma.
Cristina Kirchner ha dado algunos gestos de unidad elocuentes. El más significativo de los últimos días fue su encuentro con el riojano Ricardo Quintela, que el año pasado desafió su liderazgo y la llevó a una interna – fallida – en el PJ Nacional. La foto en el departamento donde cumple la prisión domiciliaria es una señal del camino que cree que hay que seguir.







