SAN JUAN.- Con el rostro quemado por trabajar bajo el sol, Eduardo Basualdo se acerca al grupo para guiarlo hacia su obra: un cubo de paredes dislocadas, ubicado en uno de los puntos más altos del Valle de Zonda, en una zona sísmica. Lo que se ve al entrar es la recreación de un meteorito que abrió al caer un agujero en el techo.
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“La veo como una nostalgia de las reglas que todavía nos protegen, pero que están en transición. Es un mundo que se está deshaciendo y no hay una nueva propuesta”, dice el artista porteño sobre esta pieza site-specific, que considera una síntesis de su muestra Pupila en el museo Moderno y que forma parte de Arte Bestial, proyecto impulsado por Ezequiel Eskenazi Storey y curado por Fernando Farina que abrirá al público el mes próximo.
Más de un centenar de personas llegadas desde distintos países visitó en exclusiva en los últimos días este conjunto de obras concebidas para convivir con la naturaleza, que incluye también otras de Adrián Villar Rojas, Charly Nijensohn, Nicola Costantino y Mariana Telleria. El anticipo fue parte de Conexión arteba, un nuevo programa impulsado en los últimos días por la fundación en San Juan y Mendoza para generar nuevos espacios de encuentro, que incluyó un foro internacional curado por Alejandra Aguado y Ferran Barenblit.
“No va a reemplazar a la feria ni se trata de llevarla a otras provincias, donde ya hay otras muy buenas”, aclara enfática a LA NACION Lucrecia Palacios, su directora ejecutiva. Y explica que esta idea que no involucra al mercado nació para expandir un espacio de diálogo y reflexión, limitado hasta ahora a un auditorio en el que competía por la atención de la audiencia en medio de la apretada agenda del encuentro anual. Es a su vez una propuesta concebida tras del exitoso lanzamiento del Premio Pinamar #2254, otra iniciativa en la cual también tejieron redes para explorar “la vinculación de las obras con un entorno natural”.
La relación entre arte y naturaleza inspiró las ponencias del foro, al que accedieron miles de personas gracias a la transmisión por streaming y que siguen disponibles en YouTube. “El sol al mediodía del desierto. Prácticas artísticas entre cielo, tierra y tiempo” fue el título tomado de un verso de la poeta argentina de origen mapuche Liliana Ancalao, una de las participantes del encuentro.
También fueron invitados a hablar junto con referentes de distintas disciplinas de la escena local los curadores Cuauhtémoc Medina (México) y José Roca (Colombia) y Julia Rebouças (Brasil), y los artistas Seba Calfuqueo (Chile) y Max de Esteban (España). En todas sus ponencias surgieron las crecientes tensiones que genera la humanidad con su entorno natural, y el cuestionamiento sobre nuestro futuro.
No fueron alentadoras las evidencias científicas sobre el vínculo entre los gases de efecto invernadero y la extinción de las especies, ofrecidas por la geóloga Carina Colombi. Tampoco las compartidas por Florencia Levy sobre su traumática experiencia en China: fue detenida mientras fotografiaba un lago de lodo radiactivo, alimentado por los desechos tóxicos que genera gran parte de la producción tecnológica mundial. Ni los crecientes problemas de abastecimiento de agua denunciados por Calfuqueo y Florencia Sadir. Igual de apocalípticas fueron las reflexiones de Max de Esteban y Cuauhtémoc Medina, quien comenzó su intervención con una cita de John Maynard Keynes: “En el largo plazo, todos estaremos muertos”.
“Impasibles, los seres no humanos que habitan el territorio en donde actuamos nos miran debatirnos en estas cuestiones filosóficas –señaló en ese sentido José Roca, curador de arte latinoamericano del museo Hirshhorn-. Parafraseando a Augusto Monterroso, cuando despertemos, la naturaleza todavía estará allí. O tal vez no: si el ‘arte ecológico’ parece apoyar la voluntad humana de ‘salvar la naturaleza’ el verdadero grito de batalla sería ‘salvémosnos nosotros mismos’, pues cuando hayamos extinguido con nuestras acciones la presencia humana en la tierra, la naturaleza continuará, con otras –tal vez nuevas- formas de vida entre las que no estaremos los humanos ni probablemente ninguna de las otras formas de vida que conocemos.”
¿Qué puede aportar el arte en este contexto? Enseñarnos cómo conectar con la intuición, sugirió la artista Mónica Giron. Asumir el paisaje como parte de nuestro cuerpo como lo hacen los mapuches, según explicó Seba Calfuqueo, antes de opinar que “el arte no da respuestas; el arte es conversación. Que estemos aquí hablando de estos temas ya es una gran ganancia”.
Otro camino posible es impulsar “prácticas culturales impulsoras de vida”, señaló Julia Rebouças, directora artística del Instituto Inhotim. Un museo a cielo abierto en Brumadinho, concebido según ella “como un ambiente vivo, en constante transformación, en el que conviven humanos y no humanos. Y en el que las obras transforman la forma en que percibimos nuestro entorno”.
Un buen ejemplo de ese nuevo paradigma es la obra de Charly Nijensohn creada en forma colectiva con materiales locales para Arte Bestial, como potencial refugio de animales de diversas especies. “Además de los zorros, hay una colonia de lechuzas que no estaba en los planes. Esperábamos pájaros y hay avispas. Eso es parte de trabajar con la naturaleza”, dijo a LA NACION Ezequiel Eskenazi Storey, impulsor de este proyecto que se extiende por unas 120 hectáreas. Al igual que Inhotim, no busca ser un “parque de esculturas”, sino impulsar proyectos site-specific al aire libre que “te sorprendan en el espacio”.
De esa manera sorprende en Mendoza, la otra ciudad donde se realizó esta primera edición de Conexión arteba, la bodega Alfa Crux. “Escuchen el silencio”, invitó antes de hacer una pausa la arquitecta Eliana Bórmida, responsable con su estudio de la creación del imponente edificio. Eso hay que hacer al entrar a la cava diseñada para alojar diez mil barricas de vino, donde cuelgan imponentes obras del artista sanjuanino Carlos Gómez Centurión. En el centro se forma la cruz del sur, cuya estrella más brillante presta su nombre a la marca. Ese ambiente de templo permite reflexionar sobre una frase de Ferran Barenblit al presentar el foro: “El arte puede servir de punto de conexión”.