Entrevista a Daniel Onega: su récord que nadie pudo superar, los recuerdos de River y qué le falta al equipo de Gallardo

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Onega está en el top ten de los goleadores históricos de River Plate

Daniel Germán Onega es uno de los jugadores más destacados de la nutrida historia de River Plate. El ex delantero, surgido de la cantera millonaria, debutó en Primera en 1966 y se mantuvo hasta 1973 -tuvo un breve paso por Racing-, luego recaló en el fútbol de España y finalizó su carrera en Colombia.

Durante su estadía en Núñez, disputó 254 partidos oficiales y marcó 119 goles. Esta cifra es notable, ya que lo sitúa como el noveno máximo goleador histórico del club, superando por ocho a Fernando Cavenaghi.

“Cuando River vende a mi hermano Ermindo en 1969, el ex presidente Julián William Kent había decidido hacer un plan de austeridad. Se fueron también Matosas, Cubillas, Gatti y no compró a nadie. Ángel Labruna, que era el director técnico, me llamó un día y me dijo: ‘¿Viste que vendieron a tu hermano? No vamos a traer a nadie, no quieren gastar plata. Yo creo que vos podés cumplir la función de Ermindo. ¿Te animas?’. Le respondí ‘sí, claro, ¿cómo no voy a animarme?’ En ese aspecto siempre fui un tipo de carácter. Solo le pedí qué si jugaba dos partidos mal no me sacara. Me prometió que no, pero que me sacaría si jugaba diez mal. Entonces, empecé a jugar de 10, y lo hice hasta el final de mi carrera”, recuerda el Fantasma.

Su carrera en el Millonario le permitió marcar un récord que todavía mantiene a pesar del paso del tiempo, ya que es el futbolista que más goles convirtió (17) en una temporada de Copa Libertadores, en la edición de 1966. Pero también, lo tocó atravesar una época de vacas flacas y de las peores de la historia riverplatense de fines de los años 60 y principios de los 70 que peleaba alto en todos los campeonatos, pero que se le negaba sistemática y cruelmente todos los festejos. “El último equipo campeón de River había sido en 1957. Yo debuté en 1966, ya habían pasado nueve años en los que no tuve nada que ver. Estuve hasta 1973 y me fui”, remarca entre risas, para sacarse un poco la mochila de haber estado en una de las etapas más difíciles del club, la que lo tuvo durante 18 años sin poder dar vueltas olímpicas.

Durante esa época, River Plate había recibido el mote de gallinas en un partido contra Banfield en el estadio Florencio Sola. Unos días antes, el equipo de Renato Cesarini había perdido la final de la Libertadores 66 frente a Peñarol, y los hinchas del Taladro lo recibieron tirándole una gallina blanca pintada con una banda cruzada roja al campo de juego. Los futbolistas del Millonario no lo tomaron de la mejor manera. “Al principio, salías a la calle, te reconocían y algún gracioso te gritaba ‘gallina’. Y más de una vez estuvimos al borde de las trompadas con los hinchas en las calles, porque te lo decían de mala manera, como cargándonos y no nos gustaba para nada”, revela el ex artillero, de 80 años, en diálogo con Infobae.

Hoy, River está pasando por una situación parecida a la de aquellos tiempos, en la cual no se le dan los resultados pretendidos y se encuentra sumergido en una crisis profunda de la que no puede salir. El entrenador Marcelo Gallardo es cuestionado por no encontrarle la vuelta al equipo que acumula cuatro derrotas consecutivas en el Monumental, algo que no sucedía desde 1926. Además, viene de perder el Superclásico por 2-0 y complicado en la clasificación a la próxima edición de la Copa Libertadores. “Hoy, no sería fácil reemplazar a Gallardo, pero él tendría que apuntar un poco mejor con los refuerzos. River no hizo muy buenas contrataciones. Me parece que gastó mucho dinero. Hay jugadores que no son malos, pero les pesa la camiseta de River. River y Boca no son para cualquiera”, sentencia el ídolo riverplatense.

El goleador con los colores

– ¿Qué es de su vida, Daniel?

– Estoy trabajando en una casa deportiva. Tenemos un local de venta de indumentaria en Moreno, provincia de Buenos Aires. También, manejó una inmobiliaria. Además, estoy en River, en el área de captación, donde hacemos las pruebas de jugadores y todo eso. La inmobiliaria es una herencia de mi padre en sociedad con otra persona, y ahora estamos con los hijos de esa persona. En la empresa de deportes desde hace muchos años que estamos en sociedad con Luis Artime. Teníamos una relación muy linda con la gente de Adidas, en su momento, entonces nos entusiasmaron y pusimos un local en 1982. En ese momento, hubo muchos jugadores que pusieron una casa de deportes, pero los únicos que perduramos en el tiempo y al pie del cañón fuimos nosotros.

¿Le quedaron amigos de su paso por el fútbol?

– Sí, me quedaron amigos, por supuesto. Lamentablemente, cuando yo empecé era muy pibe, tenía 20 años y era uno de los más jóvenes del equipo de River, en el que estaba también mi hermano Ermindo. La mayoría de esos jugadores hoy lamentablemente no viven. Pero bueno, de los ex jugadores sí tengo amistad, como el Beto Alonso, Hugo Perico Pérez, era muy amigo de Roberto Cívica que falleció el año pasado. O sea, nos seguimos encontrando, viendo y acordándonos de aquella época linda. Además, repasamos los lindos recuerdos.

– ¿Qué recuerda de su primera etapa en River?

– Yo empecé en la Novena con 13 años. Te imaginás todo lo que pasé hasta que llegué a jugar en Primera en 1966. Debuté en la Copa Libertadores, ese mismo año lamentablemente perdimos la famosa final contra Peñarol, pero salí goleador de la copa con 17 goles, una cantidad que todavía no fue superada.

– ¿Fue doloroso perder aquella final contra Peñarol en 1966?

– Sí, fue muy doloroso por cómo se presentó el partido, ya que nosotros íbamos a jugar allá el desempate, porque habíamos perdido en Uruguay 2-0 y luego ganamos acá (Buenos Aires) por 3-2. Ellos tenían un gol más de diferencia. En el desempate, se terminó el primer tiempo 2-0 a favor y con una superioridad muy grande sobre Peñarol. Lamentablemente, en el segundo tiempo se dieron un par de circunstancias, un gol en contra y logran empatarnos. Entonces, vamos al alargue. Peñarol con el empate era campeón, y ahí arriesgamos un poco más en ataque, pero nos descuidamos en defensa y de contragolpe, nos hicieron dos goles. En los 90 minutos fuimos superiores. Tal es así que yo después hablaba con los jugadores de Peñarol, porque mi hermano Ermindo fue transferido a ese club y prácticamente estaba la base de ese equipo que nos había ganado en 1966, y me decían que fuimos superiores en el juego. Luego, los uruguayos fueron campeones del mundo, ya que le ganaron al Real Madrid en Uruguay y en España.

– ¿En su época era más fácil o difícil ganar una Copa Libertadores?

– Era más difícil ganar la copa, porque en esa época los equipos no se desmantelaban como pasa hoy que se van tantos jóvenes a jugar afuera. En mi época, tanto en Italia como en España, estaba cerrado el cupo para sumar extranjeros. No estaba el fútbol de Arabia Saudita, ni tampoco el de Japón. A lo mejor, ya medio veteranos te ibas a jugar a Chile o a México por ejemplo, pero los equipos más fuertes en general estaban acá y se le daba más importancia a jugar en Boca, Independiente y Racing. Entonces, sobre todo con los equipos argentinos hacían mucha fuerza para ir a jugar.

– ¿Le tocó estar en una etapa difícil en River que no salió campeón durante 18 años?

– Sí, River había dejado de ser campeón en el 57 y yo debuté en el 66; ya habían pasado nueve años en los que no tuve nada que ver. El último equipo campeón de River había sido en 1957. Yo debuté en 1966 y estuve hasta 1973. En 1975, River corta la mala racha, pero yo ya no estaba porque me había ido a España en ese momento. Yo salí subcampeón en 1966, en el Nacional 1968, en el Metropolitano 1969, como también en 1969 en el Nacional, en el Metropolitano 70 y en el Nacional 73.

– ¿Cómo tomaron en ese momento el mote que recibieron de “gallinas”?

– Fue después de perder contra Peñarol en la final de la Libertadores. Al partido siguiente, vamos el domingo a jugar a la cancha de Banfield. Perdimos 2-0. Y cuando salimos a jugar el partido, antes de que empiece, un gracioso que no supimos nunca quién fue, tiró una gallina blanca pintada con una banda cruzada a la cancha como diciendo que “eramos gallinas”. Lo que pasa que esos partidos no fueron televisados para que la gente pudiera ver todo. A partir de ese día, quedó el mote de gallinas, que hoy el hincha de River lo usa en favor.

– ¿En qué sentido?

– Porque River después de ese mote, y de haber cortado la mala racha tras 18 años sin títulos, tuvo muchos éxitos. Y entonces, cuando le dicen gallina, responde “sí, pero con los huevos bien grandes” ¿viste? Nosotros siempre decíamos que el día que se corte la racha, iban a venir todos los títulos seguidos, y así fue.

Onega en la tapa de El Gráfico

– ¿Se enojaron ustedes como jugadores cuando recibieron el apodo de gallinas?

-Sí. Al principio salías a la calle, te reconocían y algún gracioso te gritaba “gallina”. Y más de una vez estuvimos al borde de las trompadas con hinchas en las calles, porque te lo decían de mala manera, como cargándonos. Pero bueno, nosotros también esos años perdimos muchos campeonatos. Hoy, con el VAR hubiésemos sido campeones en varios campeonatos. En el Nacional de 1968, con Vélez y Racing, disputamos un triangular de desempate tras igualar en la punta de la tabla. Nosotros y el Fortín vencimos a la Academia y en el partido que nos enfrentó Luis Gallo, defensor de Vélez, evitó un gol desviando con la mano en la línea un cabezazo de Recio. El árbitro Guillermo Nimo no cobró nada. Con el VAR, hubiese sido diferente. El resultado final fue 1 a 1. El triangular quedó igualado en puntos y el reglamento establecía que lo ganaría el conjunto que más goles hubiera hecho en la fase regular. Vélez sacó diferencia gracias a un 11-0 sobre los suplentes de Huracán en la antepenúltima fecha.

¿En 1970 también pasó algo similar que el VAR hubiera marcado a favor de River en caso de que existiera?

– Sí, porque llegamos con Independiente a la última jornada con igual puntaje. Le ganamos por 6-0 a Unión un viernes, y obligamos al Rojo a marcar tres tantos en el clásico contra Racing que se jugó el lunes siguiente. Independiente al final lo ganó por 3-2 y le alcanzó para ser campeón. Fue la tarde en la que Aníbal Tarabini ejecutó tres veces un mismo penal. Humberto Dellacasa, el árbitro, entendió que el arquero Agustín Cejas se había adelantado al atajar los dos primeros y en el tercero lo metió. Pero, en esa época con el VAR no hubiera pateado de nuevo.

– ¿Siempre jugó de centrodelantero?

– Yo empecé en Novena y debuté en Primera siendo 9, como centrodelantero. Pero cuando River vende a mi hermano Ermindo en 1969, el ex presidente Julián William Kent había decidido hacer un plan de austeridad. Se fueron también Matosas, Cubillas, Gatti y no compró a nadie. Ángel Labruna, que era el director técnico, me llamó un día y me dijo: “¿Viste que vendieron a tu hermano? No vamos a traer a nadie, no quieren gastar plata. Yo creo que vos podés cumplir la función de Ermindo. ¿Te animas?”. Le respondí que “sí, claro, ¿cómo no iba a animarme?” En ese aspecto siempre fui un tipo de carácter. Solo le pedí que si jugaba dos partidos mal, no me sacara. Me prometió que no, pero que me sacaría si jugaba diez mal. Entonces, empecé a jugar de 10, y lo hice hasta el final de mi carrera. Acá; un año en Racing Club, en el Córdoba de España; en Millonarios, de Colombia, donde salimos campeones. Nunca más jugué de 9. En Millonarios dejé de jugar y salimos campeones y dije, bueno, ahora que salí campeón, cuelgo los botines, En Colombia, querían que me quedara. Es más, el presidente de Millonarios de ese entonces viajó a Buenos Aires para convencerme pero en esa época no se jugaba hasta una edad avanzada y me retiré con 33 años.

– ¿Estaba físicamente en condiciones de seguir jugando?

– Sí, me sentía en buenas condiciones físicas, y seguí jugando de manera amateur hasta hace poco tiempo. Pero con mi hermano habíamos empezado un poco a meternos en la parte empresarial, y ahí dije “no juego más profesionalmente”. Hoy, con 33 años te compran y tenes poder de reventa. Pero lo que pasaba era que los equipos no se renovaban tanto como pasa actualmente. Claro. Ahora, de un semestre a otro, cambian los equipos un montón. No de un año a otro, sino de un semestre al otro.

– ¿Nunca quiso ser entrenador?

– Mirá, nosotros fundamos el club Renato Cesarini con los hermanos Eduardo y Jorge Solari, con Ermindo y Luis Artime. Hicimos mucha publicidad y nos fue muy bien. De ahí salieron jugadores muy importantes como Javier Mascherano, Ignacio Piatti y Santiago Solari, entre otros. Luego, dejé el club, porque viajábamos continuamente a Rosario toda la semana y ya estamos medio grandes para esa rutina.

– Su buen paso en River Plate lo llevó a la selección argentina. ¿Es verdad que pasó por el seleccionado en un momento de la historia en la que nadie quería jugar ahí?

– Sí. En 1970 había muchos problemas en AFA. Incluso, te digo más, a mí me tocó estar en la eliminatoria para México 70, en donde quedamos eliminados. En otras convocatorias, antes de eso, se jugaban partidos amistosos y se designaba a un técnico interino. Entonces, te convocaban a la selección, pero venía el director técnico de tu club y te decía “mirá Daniel, si no vas, es mejor para vos. Fíjate, por ahí decile que tenés alguna lesión, alguna cosa”

– ¿Por qué le aconsejaba eso?

– Porque había más para perder que ganar yendo a la selección argentina. Yo creo que la selección argentina empieza seriamente a manejarse con la llegada de César Luis Menotti, donde le dieron prioridad y los jugadores querían ir. Ahora ni hablar, se mueren por ir a la selección. Además, con todos los éxitos que tuvimos últimamente. Yo veo los esfuerzos que hacen los jugadores actuales, que terminan de jugar en Europa y a las dos horas, se suben a un avión y viajan toda la noche para sumarse a la selección. Eso es meritorio y los resultados están a la vista.

– ¿Le tocó inventar alguna historia para no ir a la a la selección argentina?

– Y si, normalmente era por el tema de las lesiones ¿viste? Yo decía “mira, tengo una contractura y no me siento bien”. Entonces, el médico de tu club tenía que pasar un informe inventado ¿viste? Daba vergüenza un poco ir a la selección, porque no era para nada serio.

– ¿Daniel Onega podría jugar hoy en el River de Marcelo Gallardo?

– Yo creo que sí, porque me considero un jugador inteligente. Por ahí no era muy habilidoso, pero era un jugador inteligente. Siempre repito una frase que se la escuché decir a Carlos Bianchi, a quién admiro y quiero porque lo traté bastante cuando mi hermano jugó en Vélez. Ambos eran muy amigos y se visitaban seguidos. Ahora no nos vemos, pero siempre tuvimos muy buena relación. Bianchi decía “prefiero jugar con jugadores inteligentes antes que con habilidosos”. Yo creo que fue mi mayor virtud. Por supuesto que yo era un apasionado del fútbol. Me iba a ver todos los partidos, me quedaba después de los entrenamientos a pegarle con la pierna menos hábil, y a mejorar el cabezazo porque no era demasiado alto. Mido un metro setenta, pero hice muchos goles de cabeza. Entonces, me parece que mi mayor virtud fue la inteligencia.

Onega también jugó en España y Colombia

– ¿El plantel de River hoy tiene jugadores inteligentes o habilidosos?

– La verdad que no convivo con ellos para poder ser claro. River tiene buenos jugadores, pero está pasando por una racha mala, porque en el fútbol te pasa eso, y a veces te agarra una racha a favor y otra en contra. Fíjate que el mismo Boca venía con una racha malísima, y ahora con tres partidos que ganó, se metió en Copa Libertadores. Y la gente no hace mucho, cuando iba a ver partidos a La Bombonera, cantaba “que se vayan todos, que no quede ni uno solo”. Fue no hace mucho tiempo. Fue este año

– Usted que va a la cancha de River todos los partidos. ¿Le sorprendió la última vez en el Monumental el grito del público “que se vayan todos, que no quede ni uno solo” para los futbolistas?

– Sí, eso sí, porque no había pasado nunca que les gritarán a los jugadores eso en el Monumental. Yo no había escuchado nunca en River. Y eso que voy a ver a River siempre de local. “Que se vayan todos…” no lo había escuchado nunca y la verdad que me sorprendió, porque el hincha de River está muy identificado con Gallardo, por supuesto y con razón. Porque Gallardo a pesar de que River tuvo grandes entrenadores es uno de los más ganadores de la historia. Ha ganado cosas importantes. Esa famosa final en Madrid con Boca fue determinante para el apoyo que hoy tiene el Muñeco con la gente.

– ¿Está bien que continúe como técnico un año más?

Hoy no sería fácil reemplazar a Gallardo, pero él tendría que apuntar un poco mejor con los refuerzos. River no hizo muy buenas contrataciones. Me parece que gastó mucho dinero. Hay jugadores que no son malos, pero les pesa la camiseta de River. River y Boca no son para cualquiera. Yo empecé a jugar a los 13 años con la camiseta de River. Entonces, no me pesaba para nada, porque sabía que desde la Novena hasta llegar a Primera el rival a vencer éramos nosotros. En cambio, los buenos jugadores que juegan en otros equipos saben de fútbol y no son unos improvisados, pero les cuesta ponerse la de River. Estos, deben saber que en este club no sirve empatar, porque hay que ganar siempre. A algunos jugadores les pesa la camiseta hoy. Les pasa eso hasta que agarren confianza y empiecen a mejorar las cosas. Ahí van a demostrar qué condiciones tiene y si están para seguir en River.

– ¿Vio alguna vez una situación igual o peor como la que está pasando River hoy?

– Es un momento difícil, porque encima se dio este partido contra Boca en el que perdió y de la manera que se perdió, y no hay excusas. A veces te toca perder, y tenés alguna excusa para dar. Por ejemplo, no nos cobraron dos penales o nos echaron mal un jugador. Pero lamentablemente, no tenemos excusa. Boca ganó bien y la sacamos barata. Estos jugadores y Gallardo están en condiciones de poder revertir la situación. El fútbol argentino no pasa por un momento extraordinario. Los clubes tienen muchos problemas económicos. Sin embargo, fíjate que San Lorenzo está clasificado para jugar el octogonal e Independiente también la pelea. En cuanto al fútbol, nadie se destaca por encima de otro. Aparte hay un déficit arbitral. Por ahí, no se juega bien, pero es difícil jugar en el fútbol argentino.

– ¿Quién podría ser hoy el Daniel Onega del fútbol argentino?

– Y es muy difícil, muy difícil. No es que no haya, sino que a mí nunca me gustó hablar de mí. Quizás en su momento el mismísimo Marcelo Gallardo, que no era un gran habilidoso, no tenía un gran físico, pero sí era un jugador muy inteligente que sabía jugar a un toque, a dos toques, y llegaba al gol. Porque yo después que empecé a jugar de 10, también llegaba al gol. No tenía tanta responsabilidad el 10 de esa época. Te decían solamente “hacele sombra al cinco rival y nada más” ¿viste? Entonces, tenía más posibilidades de llegar al arco contrario.

– Pensé que me iba a decir Juan Fernando Quintero, pero no lo nombró…

– No, Quintero no, yo tenía un poquito más de movilidad. Quintero tiene técnica muy buena. Una zurda muy buena, que le pega a la pelota como los dioses. Es un jugador inteligente. Él no es un jugador demasiado habilidoso, aunque amaga muy bien. La mejor gambeta que tiene es el amague, pero juega más estático.

– Y cuando jugaba de centro delantero. ¿Hay alguno hoy que se parezca a usted?

– En River, por ahí en su momento, Fernando Cavenaghi. Lo que pasa es que yo tuve la suerte de tener grandes maestros en divisiones inferiores, como a Ernesto Duchini, Carlos Peucelle y Renato Cesarini. En mi época, el 9 de River no era el grandote de área que esperaba la pelota allí, sino que era menudito y movedizo. El 9 de River, ya desde la Novena, te hacían jugar tirándote unos metros atrás, generando por ahí un pase de gol a un compañero, pero tenías que llegar a la posición de centro delantero. Entonces, mi ídolo cuando yo empecé en Novena estaba jugando en la Primera que era Norberto Menéndez. Y Menéndez, era petiso, bajito con unas condiciones tremendas y jugaba muy fácil, le pegaba muy bien a la pelota. Era un jugador inteligente. Y esa escuela que tuvimos hizo que nosotros los que jugábamos de 9 en inferiores, supiéramos tirarnos unos metros atrás para también generar una situación de gol para un compañero también, ¿no?

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