
Juan Pablo Raponi atiende a Infobae desde su primera casa. Álvarez, un pequeño pueblo de la provincia de Santa Fe con una población inferior a los 7.000 habitantes, según el último censo, cobijó sus inicios en el fútbol hasta que River Plate halló su talento en una prueba realizada en aquella región del Litoral y no lo dejó escapar. A mitad de 2001, cuando la Argentina iba dirigida a un colapso económico, el joven que animaba las concentraciones de Reserva con su guitarra fue promovido por Ramón Díaz en una de las primeras decisiones del Pelado en el inicio de su segundo ciclo dentro del Millonario. Hoy, el campeón del Torneo Clausura 2002 transita una vida muy distinta y el rugir de los hinchas fue reemplazado definitivamente por el sonido de los instrumentos en una escuela de música creada por él en 2019.
El volante por la izquierda debutó en julio de 2001 con la Banda en el pecho. A fines de ese mes, sumó 9 minutos en el 2-2 ante Palmeiras en Brasil por el Grupo E de la Copa Mercosur, y a eso le siguieron siete presentaciones más de manera oficial sin goles ni asistencias. La salida de Ramón y la llegada de Manuel Pellegrini lo mantuvo en la órbita del primer equipo. Esto lo llevó a ser considerado para disputar el único Superclásico de la historia que se jugó en Miami, uno de los seis que se dieron por fuera a la Argentina. Incluso, convirtió un tanto en la victoria amistosa por 2-1 sobre Boca Juniors el 15 de junio de 2002 en el Orange Bowl.
Meses más tarde al encuentro que marcó el estreno de Pellegrini en el banco, Raponi fue cedido a la Universidad de Chile, Banfield y Olimpo hasta que Ramón Díaz lo llevó a Inglaterra para jugar con la camiseta del Oxford United durante el primer semestre de 2005. “Me vio, me eligió, me bancó y me ayudó para que yo pudiera cumplir el sueño. Agradecido toda la vida a él”, confesó sobre su padre futbolístico en la Primera División del fútbol argentino.
El ex compañero de Ariel Ortega, Ángel David Comizzo, Fernando Cavenaghi, Leonardo Astrada, y tantas otras glorias del club de Núñez, registró diferentes pasos por Instituto, Ponferradina de España, Sportivo Luqueño de Paraguay y colgó los botines con la camiseta de Desamparados de San Juan, entre otras instituciones en las que también jugó.

Una de sus primeras decisiones post retiro estuvo vinculada a su segundo amor: la música. Así nació la escuela que tiene a Juan Pablo Raponi como su director y que sobrevivió a un año de cierre por la pandemia de COVID-19. “No vivimos de esto. Estamos muy lejos de poder sostener a mi familia con esto. Nosotros somos ahora todos profesores que ninguno vive de la escuela de música”, afirma la persona de 43 años que reparte su tiempo en las aulas y el fútbol, ya que también entrena a la categoría 2013 de Unión de Álvarez, club que lo vio nacer futbolísticamente.
– ¿Cuál es tu primer recuerdo sobre tu infancia en Álvarez?
– Era un chico de pueblo. Tengo tres hermanos, dos hermanas y un hermano. Tuve una infancia linda en el pueblo, tranquila, con mucha tranquilidad en el pueblo, donde jugábamos ahí con los amigos del barrio.
– Te vas a los 15 años para jugar en las Inferiores de River, pero ¿durante toda tu vida fuiste compartiendo el fútbol y la música como hábitos?
– Sí, mirá… Tuvimos un regalo que nos hizo mi mamá a los cuatro hermanos, que fue una guitarra, que yo tenía trece años, catorce años. Ahí empecé a involucrarme con la música, fui a aprender guitarra. A esa edad, tenía unos amigos de mi hermana que tenían una banda de folklore, y empecé a tocar con ellos, cuando estaba acá en el pueblo. El grupo se llamaba Amanecer. Cuando íbamos a las peñas ya se me juntaba… Yo jugaba acá en Unión de Álvarez, entonces ya se me empezaba a juntar con los partidos de la mañana, entonces mi papá un día también me dijo que no iban de la mano las dos cosas. Así que bueno, ya después de ese grupo no pude salir más a las peñas y me dediqué más al fútbol. Todo fue cuando tuve un problema de rodilla y estuve casi un año sin jugar. Tenía osteocondritis, entonces, en ese momento empecé a aprender música. Y después, a lo largo de mi carrera siempre fui comprando instrumentos, fui aprendiendo, pero el comienzo de la música vino por ese lado, por la guitarra, que hasta hoy en día la tengo y está ahí en la escuela de música.
– Ocupaste ese tiempo vacío con la música.
– Sí, siempre, ya de chico, en las navidades, yo armaba baterías con tarritos. Justamente el otro día lo recordaba con mi mamá, porque una de las últimas muestras que hice en la escuela de música toqué la batería y entonces, justo le mandé un video a mi mamá, le digo: “Pensar que cuando tenía seis, siete años armaba la batería con nada, con repuestos de lo que encontraba”. Me venía a la memoria eso. Siempre de chico trataba de hacer música con lo que tenía.
– ¿Por qué decidís dejar la música y ya volver a volcarte al fútbol?
– Porque el fútbol era mi vida, desde que tengo uso de razón jugábamos todo el día, teníamos una canchita frente a mi casa. No había otro deseo para nosotros en el barrio que jugar a la pelota. Teníamos eso, nada más. El fútbol era lo primero, lo segundo y lo tercero.

– ¿Y cómo surge la posibilidad de irse a River?
– Justo cuando yo empiezo y vuelvo de la lesión, creo que a los seis meses hacen una prueba, acá en el club se hizo una movida. Vino un grupo de trabajadores profesionales, empezaron a traer personas a ver jugadores y también a llevar a diferentes equipos. Seleccionaron algunos chicos y después volví otra vez a ir tres días a Buenos Aires y ahí me dijeron que definitivamente tenía que volver. Me fui para allá entre los 15 y 16 años.
– ¿Cómo fue pasar de un pequeño pueblo de menos de 7.000 habitantes a la inmensidad de River y Buenos Aires?
– Fue duro. A su vez eran las dos caras. Era el sueño que tenía y después todo lo que implica el cambio, de pasar de estar en un pueblo, rodeado de la familia, de los amigos a meterte en una ciudad monstruosa. Tuve la fortuna de estar viviendo dentro del club, en la pensión, donde también estábamos compartiendo con los chicos y estábamos cuidados. Hacíamos una vida parecida a lo que era el pueblo. Íbamos al colegio, pero River es una ciudad misma dentro de la ciudad. Estábamos protegidos y ayudándonos, porque estábamos todos los chicos en la misma situación.
– ¿Te llevaste la guitarra?
– Al principio no, pero después sí, me la llevé. Era de todos los hermanos, pero me la llevé al otro año, porque en un momento me llama la Reserva para ir a un partido a otra provincia y me pidieron los chicos, sabían que yo tocaba la guitarra, porque ahí en la pensión tocábamos la guitarra, entonces me la llevé también a ese viaje.
– Eras el que animaba las concentraciones.
– Sí, acompañaba. En aquel momento estaba Diego Cochas, un chico de Córdoba, que le daba siempre, pero cuando él también se dio cuenta que a mí me gustaba y que podía acompañar, estábamos ahí. Siempre tratamos de meterle un poco de diversión a la pensión y a las concentraciones. Siempre nos juntábamos con los chicos en la habitación y creo que también es una forma de poder ayudar, compartir y pasar el momento también.
– ¿Eso te curtió de otra forma? ¿Cambió tu personalidad esa adaptación a Buenos Aires?
– Sí, inevitablemente te cambia la persona en cuanto al carácter. No hacía la misma vida que un chico de catorce, quince años en el pueblo. Lo que tenés que tratar de hacer es que no cambie tu esencia, pero después hay cosas que cambian porque te cambian las circunstancias. Yo obviamente cambié y en el sentido de que tuve que empezar a hacerme cargo de mi propia vida a una temprana edad. Te encontrás que tenés que empezar a enfrentarte a cosas. Más allá del acompañamiento de la familia, por momentos te encontrabas solo, y bueno, eso es claro que te cambia el carácter.
En tu paso por River te tocó compartir vestuario con Ortega, D’Alessandro, Cambiasso, Cavenaghi. Primero, ¿qué recuerdos tenés de esas concentraciones, de esos vestuarios, de esos entrenamientos?
– Los recuerdos son todos lindos, de disfrute más allá de jugar o no jugar. Era un sueño cumplido, es lo que siempre quise. Y después, obviamente, tenés más relación con uno que con otro, también por una cuestión de edad, pero los recuerdos son siempre los mejores. Más allá de las anécdotas, siempre le comento a mi familia… Por ejemplo, todo lo bueno que Pipino Cuevas ha sido conmigo cuando por ahí nos llevaba al entrenamiento, nos traía o nos pagaba una merienda, esos son los recuerdos que te quedan más allá después si jugaste bien mal o si hiciste un gol o no. Esos son los recuerdos que te termina dejando, de cómo se comportaron con vos y aparte de ser grandísimos jugadores como vos nombraste. Tuve la fortuna de estar con jugadores de elite que han jugado mundiales, que han llegado muy lejos, pero me quedo con la humildad que ellos tenían cuando estábamos en la pensión y charlábamos y por ahí cruzarte después de tantos años y que te sigan tratando como cuando estábamos en la pensión, eso no tiene precio.

– ¿De qué hablaban en esas conversaciones? ¿Te han llegado o les han llegado a dar consejos para encarar su carrera?
– Sí, siempre. Muchos de los grandes siempre aconsejaban desde el cuidado, yo recuerdo que (Ángel) Comizzo también una vez nos habló de las inversiones. Él comentaba también del cuidado que había que hacer, de lo que él hacía, de lo que invertía. Siempre los grandes trataban de guiarte porque estas cosas uno llega y a veces solo piensa en comprarse el auto. Siempre aconsejaban de qué manera invertir, cómo invertir y del cuidado que había que tener, porque lo más difícil es mantenerse.
– ¿Eso te ayudó para encarar tu carrera, saber cómo destinar tus ingresos?
– Sí, me ayudó, igualmente yo venía de una familia, que no creció en medio del lujo. Me inculcaron la educación de valorar las cosas, siempre vi el esfuerzo que hicieron mis padres, siempre tuve presente cómo viví. Tuve bien claro qué es lo que quería, dónde apuntaba y también sabía de que esto era de una duración muy corta y que todo lo que se generaba había que ser inteligente y tratar de invertirlo de la mejor manera porque se termina y uno se encuentra con una nueva vida y lo que hiciste también tenés que ser sabio para administrarlo correctamente.
– ¿Qué significó Ramón Díaz en tu carrera?
– Fue importante porque me hizo debutar. Me fue a ver a un partido de Reserva, le gustó como jugué y me citó a la pretemporada. Ahí empecé a permanecer en el plantel de Primera y jugando Reserva hasta que después un día en Brasil por la Copa Sudamericana, que en aquel momento era la Mercosur, debuté contra Palmeiras (jugó 9 minutos y el partido terminó 2-2) en Brasil. Ramón me vio, me eligió, me bancó y me ayudó para que yo pudiera cumplir el sueño. Agradecido toda la vida a él.
¿Él te lleva al Oxford United?
-Sí. Él y su hijo Emiliano, que también estaba ahí en el plantel también de Reserva y me conocía. Sabía también que hizo fuerza como para que Ramón vea también algunos de los chicos que estábamos ahí.
– ¿Cómo fue esa experiencia en Inglaterra?
– Duró menos de un año. La experiencia tuvo cosas positivas y negativas. No terminé de adaptarme. La salida mía de Olimpo no fue muy clara. Allá, el fútbol era de nivel, era mucho más rápido, diferente a lo que yo estaba acostumbrado, pero son experiencias. Hay cosas que salieron bien y otras que no, pero fue una linda experiencia que también me ayudó no solo en lo deportivo sino también en tener la posibilidad de salir a otro país, de no conocer el idioma y enriquecerme desde otro lado.

Y vos inicialmente, ¿por qué decidís irte de River?
– No es que decido irme de River, sino que me empezaron a dar a préstamo. Cuando por ahí no vas a tener la posibilidad de jugar cuando uno debuta o ya tiene algunos partidos, es como para no volver a Reserva. Siempre está la opción de irte a otro club para seguir fogueándote, y tener la posibilidad. A mí me pasó. Me fui a la U de Chile, a Banfield también un año, Olimpo… Después, cuando el club no va a necesitarte y el jugador no tiene posibilidades altas de poder estar ahí, entonces cada uno busca otro camino.
– Vos fuiste campeón con River. ¿Guardás la medalla?
– Me parece que no nos dieron la medalla. Tenemos un presente que en aquel momento nos había dado una marca que auspiciaba al equipo. No recuerdo que me hayan dado una medalla. Pero sí nos reconocieron, también nos dieron una camiseta con nuestros nombres. Eso sí recuerdo. Pero, mirá (risas), ahora me hiciste pensar, pero me parece que no nos dieron medallas.
– Tiempo atrás dijiste que no te gustaba todo lo que estaba alrededor del fútbol. ¿Qué es lo que rodea al ambiente?
– Sí, eso lo dije también en un momento… Mi forma de ser es más introvertida, de no exponerme. Me fui de un pueblo que era totalmente diferente, entonces me chocaban algunas cosas y había otras cosas que no entendía por mi inmadurez. Con el tiempo las fui entendiendo y pude ver cómo eran las reglas del juego. A cierta edad algunos pensamos algunas cosas y después nos damos cuenta que no funcionan como uno cree o uno piensa. Pero bueno, en realidad el fútbol y como muchas cosas, muchos ambientes, son de una manera. Tenía una personalidad más tranquila, de ser callado. Entonces, el mundo que lo rodea de tanto exitismo, de tantas críticas, no estaba muy cómodo con eso, pero son las reglas y pasa en todos lados. Con el tiempo obviamente me adapté y entendí cómo eran y lo tomé de otra manera.
– Has dicho que te han caratulado de “asqueroso” por no querer dar notas y ser introvertido y te han definido como la antítesis del futbolista. ¿Te sentís así?
– No me siento así. Y por eso hoy entiendo muchas cosas que en aquel momento no las entendía.
– ¿Cuáles?
– Estas cuestiones de ser más abierto. Yo creía que no era necesario exponerte y dar una nota, no entendía que por ahí sí lo era. No me daba cuenta que también me perjudicaba, hacía que el otro termine teniendo una imagen o un concepto equivocado. A veces, no entender ciertas cosas que tenés que hacer que no son malas y te demandan lo que vos estás haciendo… Es como ahora: yo no puedo ser director de la escuela de música y estar escondido siempre atrás de los bafles. Inevitablemente, tenés algo que hacer, tenés una función que cumplir y eso no quiere decir que por tener que hablar o salir en la foto seas más o menos humilde. Bueno, en aquel momento no lo veía tan claro y creía que la humildad pasaba por no salir en ningún lado o no dar notas y creo que no pasaba por ahí. Con el tema del sueño, de las luces, del pueblo, de un montón de cuestiones, del sacrificio… Uno a veces termina mareándose un poco y errándole en algunas cuestiones. En el camino vas cambiando, te hace empezar a ver las cosas. Lo veo de una manera sana y me costó mucho tiempo reprocharme algún error. También me costó emocionalmente. Hasta que conocí a María Fernanda, que es mi esposa, tenía esos picos emocionales y en esos picos haces cosas que no terminan de ser acertadas. Cuando me empezó a acompañar mi señora y ya no estaba solo, y ya no solo hablaba conmigo mismo, ni me pedía consejos a mí mismo, uno empieza a acomodar un poquito más las ideas y a ser más sabio a la hora de decidir.

– ¿Cuándo y por qué decidís retirarte?
– Me retiro en el Federal con Desamparados. Volví a la Argentina porque iba a nacer Sofía, mi segunda hija. Decidimos venirnos a Mendoza, justo estaba Omar Labruna, me llama, nosotros estábamos en Paraguay y venía de estar en Sol de América. Como nacía mi hija y ya había pasado por la etapa de mi primer hijo, Stefano, que mi señora había estado acá un mes sola, decidimos venir un tiempo para que no vuelva a pasar lo mismo con la intención de volver. Al final, hubo algunas circunstancias que se fueron dando y nos quedamos acá. Cuando me vine, era un poco el duelo de decir “bueno sigo jugando un poco más hasta entender que esto se termina”. Estuve en Gimnasia de Mendoza, Concepción de Tucumán y Desamparados. Empecé a ir finalizando la carrera. Después vine acá y bueno jugué acá en el campo un año y medio.
– ¿Te preparaste para el día después del retiro?
– No, a mí me ayudó la música, pero no te preparás. Te preparás tratando de ocupar todo ese hábito que tenés, la adrenalina y la presión que tenés en el fútbol y lo tratás de ir volcando en otro lado pero no hay muchas cosas que te den lo mismo. Con el tiempo lo vas transitando y te das cuenta que ya no está más. También creo que pasa por una cuestión ya personal de entender que es parte de la vida que se termina y que no hay que darle tampoco vueltas tanto tiempo al asunto porque la vida sigue. Es difícil porque se termina algo que arrancaste toda la vida y por más que después lo hagas más recreativo, no es lo mismo. Y creo que lo más sano es tomar la decisión, entender lo que se termina y darle un corte. Empezar a proyectar, a tener otros objetivos y otros desafíos en la vida.
– Recién decías que te ayudó la música. ¿Cómo te ayudó?
– Me ayudó porque la música tiene una magia inexplicable. Y todo lo que tiene que ver relacionado a la música, en este caso al arte, creo que tiene cosas que son profundas y que llegan a lugares desde las personas que, a veces, uno no los puede explicar o entender, pero que surgen efectos. Veo la música desde ese lado. Por eso también, como me ha ayudado a mí, tomo la decisión de crear esta escuela, porque entiendo que también ayuda a muchas personas que tienen o que pasan por dificultades. Desde ese lado, tocar instrumentos y estar relacionado, estar pegado a la música y tenerla como algo presente. Los que están muy afectados por la música tienen siempre cosas para dar, que terminan cambiándote.

– ¿Cómo decidís crear la escuela de música? ¿Cuándo surge ese pensamiento: ya en tu etapa de futbolista o algo sucede después?
– No, sucede después. Cerca de mi casa, tenía un lugar que se desocupó. Obviamente, el pueblo era chiquito y hace cinco años atrás era más difícil creer que se podía llevar adelante una escuela de música. Por ahí había profesores que enseñaban particular, pero arrancamos de a poco. Arrancamos, después nos agarró la pandemia, así que estuvimos prácticamente un año sin poder abrir. Pero siempre estuvo la convicción de lo que quería, del objetivo que tenía y no dudé en ningún momento, siempre tuve bien claro a qué apuntaba y lo que iba a producir. Hoy la verdad que, si bien no alcanzamos todo lo que creemos que podemos llegar a alcanzar, no hablamos de cantidad, sino de los objetivos en cuanto a la calidad y a quién queremos afectar, nos encontramos en una buena situación, donde hay muchos chicos que vienen, tienen sus actividades, y muchas personas lo usan como terapia. Desde ese lado es muy gratificante saber que estamos haciendo el aporte desde nuestro lado para ayudar a otra persona a través de la música.
– ¿Ustedes viven de la escuela?
–No, de hecho (risas), mi señora estuvo a punto de cerrármela. En ningún momento vivimos de la escuela. Si bien ahora, a medida que pasan los años se van generando más alumnos, uno puede, de alguna manera, tener una ayuda económica. Estamos muy lejos de vivir de la escuela de música y sostener a mi familia con eso. Nosotros somos ahora todos profesores que ninguno vive de la escuela de música.
– ¿Tenés otros trabajos?
– Sí, yo dirijo, ahora soy entrenador de fútbol y mi señora también trabaja en la oficina con la madre. Después también tengo las inversiones que hice de futbolista y con eso nos administramos. Entreno a la categoría 2013 de Unión de Álvarez y tanto ese trabajo mío como el trabajo de la música, que son las dos actividades que yo tengo, no vivo de ninguna de las dos. Las hago con otro propósito, pero no económicamente.
– ¿Cuándo casi se cierra la escuela y por qué decidiste conservarla?
– Después de la pandemia, porque se hacía muy difícil y había que sostenerlo. Es entendible, uno tiene que sacar de la caja familiar para sostener un proyecto que lo veía nada más yo. Es difícil cuando uno lo ve y la cosa viene mal y te agarra la pandemia y ves que los alumnos no se suman como uno creía o los cálculos no son como uno creía, entonces empezás a ver la tormenta. Siempre tuve el apoyo de mi señora y siempre fue un poco la charla y a modo broma también, que siempre me decía: “Te la voy a cerrar, te la voy a cerrar”. Ella siempre apoyó y tuve la confianza de manejarme de la manera que yo creí. Hoy cada muestra que tenemos a fin de año y vemos que todas las familias se juntan a ver a sus hijos, cada vez es más cantidad de alumnos y más familias afectadas por los chicos porque la música termina afectando a los chicos y termina haciéndolos crecer y haciéndolo ahí, ayudándolos en un montón de cosas. Eso es gratificante para mí y obviamente para mi esposa también que lo ve y también es lindo porque después de luchar tanto, de pelearla tanto, ver que hoy tiene su fruto es muy lindo.
– ¿Siempre fuiste el director?
– Creé la escuela, me encargué de la inversión de los instrumentos, tenía el local también y después fuimos por ahí, arrancamos con algunos profes de acá y después se fueron sumando.
– ¿Vos te has capacitado, por ejemplo, para dar clases o preferís más el lado administrativo?
– No, yo estoy capacitado. No soy profesor, pero siempre estudié música. Ya tengo el conocimiento básico inicial de diferentes instrumentos como guitarra, piano, batería. Siempre me capacité y estudié para poder dar clase en caso de necesitar algún reemplazo, como ha pasado el último tiempo. Poder cubrirlo, hacerlo con partitura como corresponde, los instrumentos, lo inicial. Más que lo administrativo, es también estar ahí con ellos, porque en lo administrativo tampoco hay mucho para hacer. Acá en el pueblo nos manejamos también mucho con la confianza. Tenemos 80 alumnos, no es una escuela de 300 alumnos, donde te implica estar todo el día ahí, así que lo manejamos.
– Recién me decías que tocabas algunos instrumentos. ¿Cuántos sabés tocar en total?
– Sé tocar guitarra, piano, batería, un poco el charango y el bajo. Igualmente, lo básico, no soy experto. Acompaño y a veces cuando armamos todas las bandas en las muestras y hay un lugar vacío en algún instrumento me meto para acompañar ahí.
– ¿Qué funciones tiene la escuela? ¿Y qué funciones desempeñas vos en el día a día?
– Nosotros ya tenemos alumnos desde los cinco años en adelante. Mi función es un poco decir y estar ahí también. Nosotros priorizamos mucho lo que es la relación humana, el ambiente familiar, más allá también del aprendizaje, que los chicos se sientan contenidos. Hemos tenido casos que han venido y nos han dicho: “Necesito hablar”. A veces, vivimos en un sistema donde es difícil encontrar contención… Así que tratamos de estar ahí también. Más allá de la enseñanza en cuanto a lo musical, obviamente que es la prioridad porque somos una escuela de música, también tratamos de estar en los otros detalles porque también se trata de eso, de conocer al alumno y que haya esa cercanía. Eso siempre fue fundamental para nosotros. Es uno de los pilares donde nos paramos, el alumno no es un número. Partiendo de esa base, construimos un montón de cosas. Buscamos que el alumno se sienta y quiera estar con nosotros. Después la cantidad va a llegar solo como viene, como nos viene pasando, pero no queremos descuidar eso.
– ¿Qué disfrutás más: jugar al fútbol o cuando, por ejemplo, tenés que dar clases?
– Es una adrenalina diferente, pero disfruté mucho jugar al fútbol con todo lo que implica la presión, el nerviosismo y un montón de cosas, pero disfruté, me gustaba mucho jugar al fútbol.
– Y además, dedicarte a la música fue un cambio radical en tu vida después del retiro…
– Por eso, es totalmente diferente. Me pasa ahora. Es parecido como entrenador, es parecido a lo que jugaba, pero no es lo mismo. En el tema de dar clases, hay puntos que coinciden, como la exigencia de que el alumno aprenda. Y tampoco lo tengo porque no doy clase todos los días. Tengo por ahí dos o tres alumnos, que voy agarrando hasta que los profes se desocupen. La prioridad no es que yo dé clases. Doy siempre y cuando los profes no puedan por un tiempo determinado. Es diferente, más tranquilo. Me gusta mucho el tema de organizar las muestras, formar bandas, porque relaciono mucho lo que es una banda de música con un equipo de fútbol. Es trabajo en equipo. Tienen un objetivo común donde cada uno aporta lo suyo para que la canción o el partido salga bien.
– Has dicho hace un tiempo atrás que si era por vos tendrías una casa en el campo, pero que lo tenías que hablar con tu pareja, María Fernanda: ¿Cómo es tu vida actual hoy en día, alejado del fútbol?
– Una vida normal. Criando y poniendo el foco en la educación y la crianza de mis hijos y la familia, como prioridad a mi familia. Acompañándolos a ellos en sus actividades, en lo que ellos quieran hacer. Y corriéndome del centro, empezar a mirar más lo de al lado, eso tiene el futbolista. A veces cree que todo lo que pasa en el mundo, lo que le afecta a él, tiene derecho a veces de que sea afectado todo lo demás. Y no es así. Y con el tiempo uno lo va entendiendo. Entonces hoy me veo de otro lado y todo lo que hago es para tratar de ayudar al otro, ponerme a ver qué necesita el otro. En cuanto al campo, a mí me gusta mucho la tranquilidad, pero siempre y cuando en ese campo estén mis hijos y mi esposa, si no, me quedo viviendo acá donde estoy.







