El consumo de plástico aumenta mes a mes; muchas familias lo emplean para sus compras en el supermercado.
En los últimos años, en Argentina reapareció con fuerza un instrumento que parecía relegado a lo cotidiano: la calculadora. No se trata solo de una herramienta escolar; hoy convive en las manos de adultos mayores que la prefieren por su sencillez y en los teléfonos celulares de las generaciones más jóvenes, siempre con un mismo propósito pragmático: desentrañar las cuentas domésticas para poder llegar a fin de mes. Esa necesidad de equilibrar ingresos y gastos se manifiesta con nitidez en provincias como Tucumán, donde se registra el impacto de una economía que tensiona a los hogares.
La conjunción de salarios estancados, servicios con aumentos sostenidos y los imprevistos que atraviesa cualquier familia ha generado cambios palpables en los hábitos de consumo. Hay quienes optan por marcas más económicas, quienes abandonan productos habituales en el supermercado o quienes transforman la clásica compra mensual en adquisiciones puntuales según la urgencia. Es una racionalidad económica doméstica que prioriza la supervivencia financiera inmediata sobre la planificación a largo plazo.
Ese escenario también quedó reflejado en el incremento de consultas para refinanciar deudas de tarjetas de crédito. En la oficina de defensa del consumidor, los empleados que analizan los motivos del atraso hallan con frecuencia extractos cargados de compras de primera necesidad: alimentos, remedios y servicios básicos. Entre los jubilados, las compras relacionadas con medicamentos aparecen de forma especialmente repetida, lo que revela una vulnerabilidad aguda en ese sector de la población.
En este contexto, la voz de la Federación Económica de Tucumán resulta ilustrativa. Su presidente, Héctor Viñuales, señaló que la deuda promedio en la provincia ronda los 240.000 pesos. Para muchos operadores locales, la esperanza de alivio se deposita en el año entrante: un escenario en el que el gobierno nacional pueda articular medidas que reduzcan las tasas de interés y, al mismo tiempo, impulsen aumentos salariales que permitan a los deudores comenzar a cancelar sus compromisos. La convergencia de esos factores —créditos más accesibles y mayor poder adquisitivo— aparece como condición necesaria para la reactivación sostenida del consumo y, por ende, para aliviar la presión sobre las economías familiares.







