“La música me da propósito”: la historia de Lucas Guaráz Balcázar

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El joven músico tucumano combina su pasión por la física con el arte. En diálogo con Mediodías Taficeños (Dale FM 104.7), Lucas Guaráz Balcázar habló sobre sus raíces, su vínculo familiar con la música y su banda “La Tumba del Chiquito”.

 

Un legado que empezó con una guitarra de familia

“Con la guitarra que compró mi abuela aprendí a tocar”, recuerda Lucas Guaráz Balcázar, músico y estudiante de física de 23 años. Aquella guitarra había sido comprada para su hermano, pero fue él quien terminó descubriendo en ella su verdadera vocación.

Su abuela, reconocida enfermera en Tafí Viejo por su trabajo con pacientes diabéticos, fue una figura central en su vida. “Ella era de acá. Tengo sangre taficeña, y eso me enorgullece”, cuenta durante la entrevista con David Correa en el programa Mediodías Taficeños (Dale FM 104.7).

El lazo familiar también se extiende a su tío, Gustavo Guaráz, compositor de la zamba “Volverte a ver”, canción que Lucas recuerda como un eco de su infancia en San Javier:

“’Brillando como en mi ayer, donde la pena no alcanza…’ Esa canción me conecta con mis vacaciones de niño, con los mates, el monte y la música que siempre estaba sonando”, confiesa con emoción.

 

Entre la física y el arte: un equilibrio perfecto

Mientras cursa la Licenciatura en Física en la UNT, Lucas también dedica horas a ensayos, composiciones y presentaciones en vivo. Para él, ambas disciplinas se tocan en un punto invisible:

“La física y la música tienen mucho en común. Las dos requieren constancia, observación y sensibilidad. Me gustaría que mi tesis esté relacionada con la acústica”, explica.

 

Sus influencias musicales son tan amplias como su curiosidad científica: Luis Alberto Spinetta, Fito Páez, Soda Stereo, y hasta música instrumental japonesa de los años sesenta.

“Necesitás escuchar cosas distintas. Si no, todo suena igual. Escuchar lo inesperado te inspira a crear”, afirma.

 

De la escuela al escenario

Su primera experiencia sobre un escenario fue durante una semana cultural en la Escuela de Agricultura y Zootecnia. Tocó Creep, Spaghettis del rock y una canción de su autoría.

“Ahí supe que no me daba vergüenza mostrarme. Sentí que ese era mi lugar.”

 

Desde entonces, Lucas no se bajó más del escenario. Hoy integra la banda “La Tumba del Chiquito”, junto a amigos con quienes ensaya cada semana “al frente de una tumba muy especial”.

“El nombre nació porque ensayábamos en el fondo de mi casa, donde está enterrado mi perro Chiquito. Él fue parte de mi historia musical, y su tumba se convirtió en símbolo de nuestro origen.”

 

La banda participó recientemente en el Septiembre Musical y se presentará el viernes 14 de noviembre a las 17 hs en la Facultad de Filosofía y Letras.

 

La música como refugio y propósito

Cuando se le pregunta qué significa la música, Lucas responde sin dudar:

“La música me da propósito. Es lo que me impulsa a ser mejor cada día. Canalizo todo a través de ella: amor, tristeza, alegría… todo.”

 

Esa conexión profunda lo lleva a reflexionar sobre la escena actual:

“Hoy muchas letras se descuidan. Yo escucho las palabras, lo que la gente dice en sus canciones. Eso se está perdiendo, y para mí las palabras importan.”

 

Un artista con alma tucumana

Lucas Guaráz Balcázar representa a una generación que busca autenticidad en un mundo acelerado. Entre fórmulas físicas y acordes, compone una identidad donde ciencia, sensibilidad y raíces se entrelazan.

“Sé que la física y la música no son caminos fáciles, pero me hacen feliz. Eso es lo importante.”

 

Y en esa frase resume su filosofía: hacer lo que ama, con la certeza de que la felicidad —como una buena canción— no se mide en números, sino en propósito.

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