Editorial
En Tucumán, los trabajadores de prensa viven una realidad que duele, aunque muchos prefieran callarla. Detrás de cada micrófono encendido, detrás de cada noticia contada con profesionalismo y entrega, hay periodistas, locutores y operadores que sostienen con esfuerzo un sistema cada vez más injusto.
La precariedad laboral se ha convertido en una constante. Más del 90% de los trabajadores de prensa en la provincia se encuentran en la informalidad: sin aportes, sin obra social, sin vacaciones pagas, sin estabilidad ni derechos básicos garantizados. Los sueldos —cuando los hay— son, en la mayoría de los casos, muy inferiores a la canasta básica. En los medios más reconocidos, donde ingresan cifras millonarias por publicidad oficial, la contradicción es obscena: los empleados que dan vida a la programación sobreviven con salarios que no alcanzan para vivir con dignidad.
El trabajo periodístico no es un pasatiempo. Es una profesión que exige preparación, responsabilidad, ética y, sobre todo, vocación. Pero esa vocación no puede ser excusa para naturalizar la explotación. Detrás del compromiso y del amor por la comunicación hay seres humanos que también merecen calidad de vida, tiempo de descanso y la tranquilidad de saber que su futuro no depende del capricho de un empresario o de la voluntad política de turno.
La falta de reconocimiento económico y el permanente maltrato laboral han afectado incluso la salud mental de quienes, paradójicamente, son los encargados de contar las realidades de los demás. El agotamiento, la angustia y la desmotivación son parte del día a día de muchos colegas que sienten que su voz ya no se escucha ni siquiera en su propio lugar de trabajo.
Es hora de decirlo con claridad: la prensa tucumana necesita urgente dignidad laboral. La libertad de expresión también se defiende garantizando condiciones justas para quienes la ejercen. No puede haber periodismo libre si sus trabajadores viven oprimidos por la precariedad y el silencio impuesto por la necesidad.
Este reclamo no es solo gremial: es humano, ético y necesario. Porque una sociedad que maltrata a sus comunicadores termina condenándose a la desinformación y al miedo.
Hoy, los trabajadores de prensa de Tucumán levantan la voz no solo por sus derechos, sino por el valor mismo del periodismo. Que esta vez la sociedad escuche —y acompañe— a quienes siempre están del otro lado del micrófono, contando las historias de todos.







