Efémerides como la del Día del Niño permiten festejar la infancia, pero también reconocer la gran deuda con la pobreza. La necesidad de un abordaje que permita rescatar el capital humano para los próximos años tiene por detrás la contundencia de estudios e informes.

El sol del mediodía golpea sobre un extenso basural a la vera de uno de los barrios populares de Tucumán. Del caserío cercano se acerca un grupo de niños vestidos con delantales y cargando sus mochilas.
Los niños caminan con la mirada gacha, los ojos hacia el suelo con desechos, buscando con precisión algo para rescatar o vender: tienen apenas seis años y ya han aprendido a ponerle precio a lo que una parte de la sociedad descarta. Esa mañana les fue bien, consiguieron algo de hierro y cobre de cables y chatarras de entre los escombros. Guardan los hallazgos en sus mochilas tratando de no ensuciar sus cuadernos y se retiran del lugar. Camino a la escuela los venden para poder comprarse golosinas, galletitas o gaseosas.
LAS ALARMAS
Esta práctica habitual se suma a otras similares que alarman a los técnicos del Ministerio de Desarrollo que trabajan en asistencia en barrios populares. “Son niños que buscan subsanar necesidades por sus propios medios y muy temprano van adquiriendo prácticas de adultos”, detalla Gabriela Morales Perrone, psicóloga e integrante del dispositivo de prevención de adicciones y grupo terapéutico barrial de Los Vázquez. “Comienza como un juego, pero a los 9 o 10 años, ese dinero que usaban para comprarse golosinas también se vuelve una forma de ayudar a la familia. Son niños que corren el riesgo de vivir una niñez muy corta”.
La pobreza infantil es un problema que angustia a la sociedad argentina desde hace más de 30 años y tiene su retrato más duro en las infancias de los barrios populares. Hoy, según datos del Indec, el 52,7% los niños y niñas en Argentina son pobres -lo que equivale a 6,4 millones de niños-. Esto se ve agravado por algunos factores de desigualdad: en los barrios populares, por ejemplo, la pobreza afecta al 72,3% de chicos y chicas, según un informe de Unicef publicado el pasado mes de julio.

Diversos estudios reflejan una situación crítica en las dinámicas sociales de estos barrios en todo el país. Según los especialistas, las familias se ven afectadas por bajos niveles de estudio de muchos padres, lo que les dificulta el acompañamiento escolar a sus hijos. Por otro lado, la urgencia económica grave lleva a que muchos jóvenes busquen trabajo antes de los 18 años para ayudar en su casa. Esta entrada temprana al mercado laboral pone en riesgo la escolaridad y los empuja a trayectorias escolares frágiles, con faltas reiteradas, sobreedad y abandono.

En Tucumán, esas dinámicas incluso amenazan a niños que “juegan a trabajar”, con apenas seis, siete u ocho años.
LA MACROECONOMÍA
Sin embargo, en términos de ingreso en los hogares, los números muestran una disminución de 14 puntos porcentuales de pobreza infantil en el segundo semestre de 2024, en comparación con un pico de 67% en el primer semestre de 2024. Las previsiones para el primer semestre de 2025 indicarían la continuidad de la tendencia descendente: la pobreza infantil se ubicaría dos puntos porcentuales por debajo del 50% , según informes de Unicef. El mismo informe señala la incidencia de las transferencias monetarias como la Asignación Universal por Hijo, y programas similares, en la contención de los niveles de pobreza extrema. “Sin ellas, la tasa de indigencia en la niñez sería 10 puntos porcentuales más elevada”, expresaron en Unicef Argentina.

Por otra parte, el número se encuentra estrechamente ligado a los comportamientos macroeconómicos con una inflación con tendencia a la baja, lo que numéricamente refleja que mejoró el poder adquisitivo de los hogares. Sin embargo, los especialistas advierten que esta tendencia descendente no reduce por sí misma la gravedad del problema: “La mitad de los niños y niñas de Argentina sufren carencias graves que si no son atendidas con políticas de estado acertadas y potentes, pueden generar un daño tremendo a la sociedad del futuro”, explica Federico Díaz Marino, director ejecutivo de la Fundación León, una organización no gubernamental que trabaja con personas, hogares y comunidades en situación de vulnerabilidad.

“Sin estabilidad en variables macroeconómicas no podemos hablar de políticas de estado eficientes”, agrega Julio Picabea, magister en Políticas Públicas y director de desarrollo institucional de la misma Fundación. “Sin embargo, en los sectores atrapados en la pobreza estructural, donde confluyen múltiples carencias, la salida no depende sólo de una mejora macroeconómica. Allí se requiere una intervención decidida del Estado y el sector privado que combine inversión en educación, salud, infraestructura y seguridad en los barrios, para cortar la reproducción intergeneracional de la pobreza y abrir oportunidades reales a los hijos de esas familias”.
HOGARES POBRES
Que la mitad de los menores de 14 años viva en un hogar pobre se traduce en ambientes donde no se satisfacen las necesidades alimentarias y no alimentarias mínimas para el desarrollo de una vida cotidiana digna y razonable, subrayan los especialistas consultados.
“Hablamos de niños que ven vulnerados sus derechos sociales básicos”, explica Picabea. “No tienen acceso a una vestimenta adecuada, no acceden a transporte para movilizarse hacia la escuela y tienen problemas de vivienda, entre otras carencias”.

A esto se suma un dato lamentable: en la Argentina actual, casi cuatro de cada 10 niños, niñas y adolescentes padecen inseguridad alimentaria, según un estudio del Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina (UCA) publicado en el mes de julio. “Unos 4,3 millones de chicos y chicas enfrentan, cada día, desde la necesidad de reducir porciones de comida hasta situaciones más extremas como sentir hambre por falta de recursos”, detalla el informe. Este último caso de inseguridad alimentaria severa afecta al 16% de los niños y niñas.
El informe de la UCA advierte que esta problemática en la infancia afecta la salud, el desarrollo y el aprendizaje, con consecuencias que pueden durar toda la vida.
ALIMENTACIÓN
Organismos nacionales e internacionales explican que la alimentación en los primeros cinco años de vida define el futuro de un niño. En esa etapa se produce el mayor crecimiento físico y el desarrollo del cerebro, por lo que una nutrición adecuada asegura mejores defensas, capacidad de aprendizaje y salud a largo plazo. Según la OMS y Unicef, la malnutrición temprana puede dejar huellas irreversibles: retraso en el crecimiento, problemas cognitivos y mayor riesgo de enfermedades en la adultez.

“Durante los relevamientos efectuados, a los fines de nuestros estudios, notamos que a la dificultad para acceder a alimentos se suma la escasa educación alimenticia de los sectores vulnerables”, aporta Fernando Longhi, geógrafo del Instituto Superior de Estudios Sociales (ISES), de doble dependencia Conicet-UNT. El profesional desarrolló un trabajo de cartografía sobre la pobreza y sus implicancias en el norte grande.
De esta manera, explica Longhi, se consumen en exceso carbohidratos, grasas y azúcares y se excluyen de la dieta frutas y verduras: “La realidad es que en los contextos de pobreza cada vez se consumen menos frutas y verduras”, cuenta Longhi. “Hay verduras que los chicos en contextos pobres, no sólo nunca las han probado, sino que ni siquiera saben que existen; y hablamos de verduras comunes como brócoli, espinaca o berenjena”, asegura el experto.
DIAGNÓSTICOS Y NÚMEROS
Las historias duras se acumulan detrás de los informes, los diagnósticos y los números. En LA GACETA contamos historias sobre cómo la crisis alimentaria llevó a consolidar un sistema solidario de venta de comida vencida y rescatada de la basura entre vecinos de algunos barrios -nota publicada el 5 de septiembre de 2024-.

Registramos relatos de adolescentes que debieron dejar el secundario y sus sueños para ayudar económicamente a la familia; niños que “juegan a trabajar” con un mini carrito buscando descartes en negocios y verdulerías para “comprar golosinas y ayudar a la mamá”. Todas estas dificultades ponen en riesgo la escolaridad y el desarrollo de los niños.
La escena se hace aún más compleja cuando los padres se encuentran entrampados en la precariedad laboral o en trabajos de mala calidad que obligan a trabajar el día entero para poder conseguir lo mínimo para comer; todo esto amenazado por problemas de consumo y la inseguridad que afecta especialmente a los barrios populares, donde a veces son los mismos narcos los que asumen el rol de asistencia a los vecinos a cambio de favores -como también mostramos en otra investigación de Panorama Tucumano publicada el 22 de mayo de 2024-.
APRENDIZAJE
Los estudios demuestran que la pobreza tiene incidencia directa en los problemas de aprendizaje. Este tema es abordado a nivel regional por el Instituto de Estudios Laborales y del Desarrollo Económico (Ielde), perteneciente a la Universidad Nacional de Salta, Facultad de Ciencias Económicas, Jurídicas y Sociales.
“Realizamos estudios sobre pobreza de aprendizaje en el Noroeste Argentino”, dice la doctora Carla Arévalo, economista, directora del Ielde e investigadora de Conicet. “Se trata de niñas y niños que no lograron alcanzar umbrales en lectura y cálculo esperados según su edad y los datos muestran una relación directa entre el nivel socioeconómico y la capacidad de los niños en alcanzar el nivel de aprendizaje esperado: 51,3% de los niños en estratos bajos de ingresos son pobres en aprendizaje, en comparación con 11,9% de los niños en estratos más altos”.
Si bien se destaca la masificación de la asistencia escolar, el informe de Unicef también subraya desigualdades de tipo socioeconómico en el nivel primario y secundario: “No hay brechas entre niñas y niños, pero sí socioeconómicas: asiste casi la totalidad de niñas y niños con necesidades básicas satisfechas y el 84% entre quienes tienen necesidades básicas insatisfechas”. Los porcentajes son similares para el nivel secundario.
LAS ACCIONES
El equipo de Unicef en Argentina presentó, además, un análisis del presupuesto nacional destinado a la niñez. Este documento muestra que el incremento en términos reales de los ingresos de los programas de transferencia directa del 4% en 2024 y del 16% en lo que va del 2025, han impactado positivamente en la reducción de la pobreza -fundamentalmente- la extrema.
“Todo esto en un contexto de consolidación fiscal, que viene mostrando reducciones del presupuesto dirigido a la niñez del 18% en 2024, 17% en 2023 y 2% en 2022, en términos reales”, agrega el informe.

En la provincia, el ministro de Desarrollo, Federico Masso, en diálogo con LA GACETA destacó tres pilares fundamentales para la gestión de gobierno frente a las urgencias de la pobreza infantil: fortalecer los comedores escolares y comunitarios, además de los beneficios de la tarjeta Independencia; el trabajo en conjunto y exhaustivo con el Ministerio de Educación para acompañar a los alumnos y evitar la deserción escolar y el trabajo realizado por los Ceplas en los barrios populares, como dispositivos para prevención de adicciones y unidades terapéuticas barriales.
“PLAN MARSHALL CRIOLLO”
Los especialistas sostienen la vital importancia de una mayor y mejor inversión en la primera infancia y en la responsabilidad de generar consensos que tiene la clase política en su conjunto, independientemente de sus banderas. “Tenemos que entender que la desigualdad es un factor económico”, dice Florencia Correa, licenciada en Economía e integrante del Laboratorio de Políticas Públicas para el Desarrollo Equitativo, dependiente de la Facultad de Ciencias Económicas de la UNT. “Y desde ese punto de vista articular soluciones, no sólo regidos por las normativas de justicia si no también por una necesidad de mejorar la productividad y la capacidad de generar valor de nuestra sociedad”.
Julio Picabea aporta también en esa dirección resaltando la necesidad de un gran “plan Marshall criollo” para la infancia (el plan Marshall fue la iniciativa de Estados Unidos para la reconstrucción económica de Europa tras la Segunda Guerra). “Argentina debe invertir en la primera infancia y los jóvenes en situaciones de pobreza para cambiar las trayectorias de vida y evitar una próxima generación de pobres estructurales -explica el especialista-. Si no se comienza a trabajar en esa dirección, en los próximos 20 años tendremos un gran problema con nuestra fuerza laboral, probablemente debilitada en un contexto mundial cada vez más competitivo”.
Por otra parte el informe sobre inseguridad alimentaria de la UCA concluye lo siguiente: “Para enfrentar eficazmente la Inseguridad Alimentaria infantil, es crucial implementar políticas públicas integrales centradas en la inclusión laboral, el fortalecimiento de programas de transferencia de ingresos como la AUH (+TA), y la construcción de sistemas de protección social intersectoriales. Estas estrategias deben priorizar a los hogares más vulnerables, revalorizar el rol de la escuela como espacio de contención y diseñarse con un enfoque territorial y federal. Además, es fundamental garantizar el derecho a una alimentación adecuada mediante la transformación de los sistemas alimentarios hacia modelos más sostenibles y equitativos”.
La Gaceta