Por qué Francisco no volvió a la Argentina

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A lo largo de las 631 semanas del pontificado de Francisco, uno de los interrogantes que quedó sin respuestas fue por qué nunca viajó a la Argentina, la patria natal en la que Jorge Bergoglio, un porteño clásico, vivió 76 años. Distintas fuentes hacen hincapié en la grieta política, profundizada en la Argentina a partir de los gobiernos del período kirchnerista, luego del conflicto con el campo, en 2008.

El primer pontífice jesuita y latinoamericano de la historia siempre expresó sus deseos de volver a la Argentina, pero esa posibilidad no se cristalizó porque “nunca se dieron condiciones apropiadas”, lamentan en la Iglesia.

“El Papa no vino para dejarnos tarea para el hogar. Como buen maestro, la última lección que nos dejó es que los argentinos hagamos de su no venida un aprendizaje como sociedad. Que se dejen de lado los enfrentamientos, intereses y ventajas personales y se busquen definitivamente caminos de unidad. Lo malo es que los que más sufrieron esta circunstancia son los más pobres”, reflexionó un dirigente católico que lo acompañó en su etapa como arzobispo de Buenos Aires y, luego, como Papa.

Una respuesta con signos de esperanza dio el arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge Ignacio García Cuerva, al reflexionar sobre el viaje que no se concretó. “El Papa, al final, no vino a la Argentina. Creo que siempre estuvo, estuvo y está en nuestra gente. Y está en cada uno de nosotros si somos capaces de concretar, por ejemplo, esa unidad nacional y esa fraternidad universal a la que nos convocó. Francisco nos dejó un hermoso magisterio, que ahora depende de nosotros concretarlo”.

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El arzobispo de Buenos Aires, monseñor Jorge Ignacio García Cuerva, en la Catedral porteña

La posibilidad más cercana

El escenario más propicio para una posible visita se dio en 2017, durante el gobierno de Mauricio Macri, cuando en el Vaticano comenzó a planificarse una visita a Chile y a la Argentina. Era un recorrido que completaba un ciclo histórico, dado que el mismo periplo había emprendido Juan Pablo II en 1987, cuando visitó ambos países, luego de la firma del Tratado de Paz y Amistad, tras el conflicto en el que el papa placo tuvo que mediar, por el Canal de Beagle.

En este caso el escollo para la visita de Francisco fue su intención de viajar a Chile antes de que Michelle Bachelet dejara su segunda presidencia. Pero las elecciones trasandinas fueron fijadas para el 17 de diciembre de 2017 y “en enero en la Argentina no está ni el loro”, fue la explicación de Francisco, que no convenció del todo. Lo reveló el propio papa argentino en distintas entrevistas. Finalmente, Francisco viajó a Chile y a Perú en enero de 2018.

 “La dirigencia y la sociedad tienen que sacar un aprendizaje del inédito hecho de haber tenido un papa argentino que no visitó el país”, esbozan en la Iglesia, a modo de exigencia de autocrítica.

El clima político en la Argentina no contribuyó a generar un escenario que facilitara un viaje del Papa y hay quienes entienden que una visita del Papa, en un contexto político sacudido por la pobreza y las deudas sociales, habría llevado inevitablemente a mensajes papales de fuerte contenido social, lo que hubiera molestado sensiblemente a los gobiernos de turno.

De esta visión se desprende la teoría de que los sucesivos gobiernos en la Argentina –Cristina Kirchner, Mauricio Macri, Alberto Fernández y Javier Milei- no hicieron los mayores esfuerzos para que la visita de Francisco finalmente se concretara. Irremediablemente no podían esperar otra cosa que mensajes y gestos contundentes por la situación social.

 Las delegaciones argentinas al Vaticano, como la ruidosa presencia de militantes de La Cámpora para acompañar a Cristina Kirchner en una de sus visitas al Vaticano -la de septiembre de 2014- generó fuertes molestias en la Santa Sede, lo que enfrió la posibilidad de un vínculo más aceitado.

La política argentina le jugó de entrada una mala pasada a Francisco en su primer viaje al exterior, para participar de la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro, en julio de 2013, cuando le impusieron la presencia de un candidato kirchnerista –Martín Insaurralde- en un saludo protocolar destinado a los presidentes de la región, con el objetivo de lograr una foto y un rédito electoral. Luego llegaron las recomendaciones del principal asesor de Mauricio Macri durante su presidencia, el ecuatoriano Jaime Durán Barba, que aseguraba a propios y extraños que el Papa “no juntaba votos”.

Así, la relación entre Francisco y la Argentina fue cálida e intensa en la informalidad, pero muy fría en lo institucional.

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