¿Y si la ansiedad no fuera un error, sino una lealtad antigua?

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¿Y si tu ansiedad te cuidó?

Una columna que invierte la mirada clínica tradicional y propone entender la ansiedad no como falla, sino como memoria corporal de supervivencia temprana.

En su espacio Conectando, emitido dentro del programa Libertad de Expresión (lunes a viernes, de 7 a 9, por Rock & Pop Tucumán 106.9 MHz), el comunicador y docente Pablo Gerez abordó una reinterpretación radical de la ansiedad: no como síntoma a eliminar, sino como una respuesta adaptativa construida en la infancia frente al desamparo emocional. La columna, de tono reflexivo y respaldada en referentes de la psicología del desarrollo y la neurociencia afectiva, despliega una lectura que vincula teoría, clínica y poética para repensar la relación entre cuerpo, trauma y cuidado.

Gerez partió de una observación clínica clásica: cuando el llanto de un bebé no encuentra respuesta, no se extingue, sino que se transforma en una alerta permanente. Citando al psicoanalista René Spitz y al pediatra Donald Winnicott, recordó que la ausencia de un holding —un entorno suficientemente bueno que sostenga— impide la construcción de la continuidad del ser. Lo que no fue contenido en su momento no desaparece: se aloja en el cuerpo y, años después, emerge como ansiedad.

“Lo que hoy se juzga como exceso fue, en su momento, un acto de fidelidad al instinto más elemental: el de permanecer”.

La columna subrayó que muchas conductas asociadas a la ansiedad —la hiperresponsabilidad, la anticipación constante, la necesidad de control— no son distorsiones cognitivas, sino estrategias de supervivencia temprana. “No es una distorsión, sino una lealtad”, afirmó Gerez, señalando que el psiquismo, incapaz de modificar el entorno, modificó su propio funcionamiento para no desintegrarse.

Desde allí, la reflexión avanzó hacia la neurociencia: el sistema nervioso, explicó, no razona; reconoce patrones. Las estructuras que detectan amenaza (como la amígdala) maduran antes que las corticales, encargadas del pensamiento reflexivo. Así, un silencio prolongado o una mirada distraída no se interpretan: se viven, como si el pasado volviera a ocurrir. Gerez citó a Allan Schore, Stephen Porges y Lisa Feldman Barrett para sostener que, sin regulación compartida en la primera infancia, el sistema de estrés se calibra en modo de alerta permanente —y que el cerebro, lejos de reaccionar al presente, anticipa según lo vivido.

“Cuando lo habitual fue el desamparo, lo esperado es la ruptura. Entonces no se trata de una falla, ni de una exageración”.

La propuesta final no es la eliminación de la ansiedad, sino su transformación simbólica: sanar no implica apagar la alarma, sino cambiar el entorno en el que suena. Gerez recurrió a una metáfora narrativa —un niño que encuentra un pájaro herido y no intenta forzar su calma, sino que le ofrece presencia— para ilustrar una nueva relación con lo ansioso: no como enemigo a dominar, sino como una voz que pregunta: ¿podré descansar contigo?

“La ansiedad no requiere una resolución definitiva, porque algunas heridas no se cierran: se habitan. Y habitarlas con fidelidad… ya es un acto de cuidado tan antiguo como la humanidad. Ya es amor”.

La columna cerró con una cita de Clarice Lispector: la verdadera compasión no empieza cuando se ofrece una solución, sino cuando se acepta estar con el otro sin convertirlo en caso, ni en proyecto, ni en carencia a corregir. Ese gesto —quedarse—, concluyó Gerez, es más revolucionario de lo que parece: implica renunciar al control y reconocer que la forma en que alguien sostuvo el mundo, aunque tiemble, es digna de ser vista.

📻 La columna CONEXIÓN de Pablo Gerez se puede escuchar todos los martes a las 8:30 en Libertad de Expresión por Rock & Pop Tucumán 106.9 MHz.

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