Tucumán se adentra en la quietud habitual de la tarde de sábado. El cielo continúa despejado, y la temperatura agradable invita al descanso. A lo lejos, se aprecian los cerros verde-azulados de Tafí Viejo, un paisaje que, a pesar de su belleza, no logra disipar la tensión que concentra el Centro Judicial Capital.
Mientras la provincia honra el ritual de la siesta, Carolina Monteros vive una cuenta regresiva. Faltan escasos días para el miércoles 1 de octubre, fecha en la que se iniciará el juicio oral y público donde enfrentará a Franco Trápani y Álvaro Rodríguez, quienes la habrían abusado sexualmente en un hecho que se remonta al año 2016.
Esta pausa tucumana contrasta con la intensidad de la lucha que la víctima ha sostenido durante casi una década. Una batalla marcada, según ha denunciado la querella en el expediente, por presuntas dilaciones y obstáculos que han prolongado el proceso.
El juicio por “abuso sexual con acceso carnal agravado” representa la culminación de ese largo camino. La presencia de Carolina Monteros en la sala, junto a su abogado Carlos Garmendia, será el testimonio de una resiliencia que ha superado el tiempo y las adversidades.
Mientras la luz de la siesta se alarga sobre el paisaje, la expectativa se centra en los Tribunales Penales. El juicio es visto como una prueba para el sistema judicial de Tucumán en su capacidad para ofrecer verdad y dictaminar justicia en un caso de alto impacto social, respetando siempre el debido proceso.
